Cuando empecé a crear acuarelas hechas a mano recibí de regalo varias piedras de Lapislázuli chileno en bruto. Era un sueño poder procesar un color auténticamente chileno y además un pigmento fundamental en la historia del arte. Lo hice varias veces y aunque es un color celeste grisáceo bellísimo, no llega al azul profundo y luminoso de su primo afgano. Por eso, he probado ya tres azules de lapis y el que muestro en este artículo es mi favorito.
Este azul que siempre ha sido difícil de obtener y sumamente caro (hay variedades más finas y caras que el que puedo comprar para PyA), para mí es una máquina del tiempo perfecta. Con él me transporto directo a épocas de esplendor histórico que cuando niña me hacían soñar con mundos hechos a mano, donde todo estaba finamente pintado, donde los materiales eran perfectos y hermosos y los artesanos construían objetos, edificios y pintaban frescos que llegaron hasta nuestros días.
Mes de Julio en el calendario de labores “Tres riches heures du Duc de Berry”. Aquí podemos ver el brillo e intensidad del más increíble Lapislázuli o Azul Ultramar que viajaba por continentes para llega a los estudios de los más grandes artistas de la historia. En la foto de abajo, vemos el calendario completo.
Hay muchas historias interesantes en torno a este color. Su precio sigue siendo altísimo, y además se da en una zona del mundo donde suelen haber conflictos bélicos y guerrillas. En Chile es cada vez más escaso pues la mina de donde era extraído ya no sigue funcionando.
Cuando pintamos con Lapislázuli estamos honrando la historia de la pintura, conectando con los antiguos egipcios, indios, chinos, griegos y romanos. Las antiguas civilizaciones adoraron este color, usándolo con reverencia en cada obra.
El lapis es valioso e importante, y las obras que hagas con él llevarán parte de esta historia y larga tradición.
Lapislázuli extra de PyA acompañado de Hematita y Mica Cobre.